No soy muy de leer noticias, por aquello de que pueden dañar tu día antes de empezar. Pero tampoco quiero ser tan apático como para no enterarme de lo que sucede más allá de los muros de mi apartamento. Así que, regularmente, le echo un ojo a temas de geopolítica, economía y chisme, por supuesto.
Bueno, en realidad solo escaneo titulares cuando voy al baño.
En una de esas importantes sesiones, un titular del periódico El Mundo de España llamó mi atención:
“El futuro está escrito en el culo”.
A ver, no es que el título me haya sorprendido (vivimos en tiempos extraños, después de todo). Lo que realmente causó un cortocircuito en mi mente fue tratar de entender la relación entre el futuro y el culo.
Pensé:
“Bueno, hay mucha gente que asegura su futuro gracias al culo. JLo por ejemplo tiene asegurado el suyo por 28 millones de dólares. Hay chicas que ganan millones de seguidores en redes posteando sus fotos en bikini mostrándolo para luego monetizarlo (por cierto, profesión muy respetable. Cada quién convierte su activo en lo que quiera)”.
Entonces me imaginé todos los escenarios posibles de la relación culo-futuro hasta que la curiosidad me ganó y decidí abrir el link de la noticia para leer de qué se trataba:
Anomancia: La “ciencia” que lee las arrugas del ano. 😳
A ver, no suficiente con la lectura de la mano, la bola, la axila, el cigarrillo, el chocolate, la cicatriz de la infancia, etc, ahora en cuatro podrás saber qué te depara el futuro y no me refiero a cuatro sesiones precisamente.
Lo preocupante es que no funcione…
Siempre he sido una persona incrédula, pero más que todo curiosa. Así que en un par de ocasiones acudí a algunas de estas sesiones esperando «conocer» mi futuro. No, no fui a una sesión de las que me refiero en este artículo; no tengo mucho «material de lectura» como JLo.
En mi experiencia, de las sesiones a las que acudí nunca sucedió nada de lo que me predijeron, tal vez por mi escepticismo. Debí tener más fe.
Pero no, no creo que el futuro esté escrito en el culo, sin embargo, de que puede construirse gracias a él, ¡de eso soy un firme defensor!
¿De qué manera?
Como muchos, he tenido temporadas de esa mala racha en las que uno no ve ni la luz al final del túnel y busca encontrarle un sentido a todo.
Quería respuestas y soluciones rápidas, hasta que me di por vencido y opté por el camino más difícil: el de la paciencia.
Para el momento en el que tuve la última mala racha, tenía una jefe canadiense queridísima que sin expresar emoción alguna me preguntó: «¿Y ya hablaste con tu terapeuta?».
La pregunta me conmovió, pues ir a terapia es algo que no está tan normalizado para uno (soy de la generación de «los chicos no lloran»). Entonces decidí hacerle caso y empecé terapia, pagué por programas de desarrollo personal con el Dr. Benjamin Hardy y compré muchos libros.
Por primera vez estaba decidido a prestarle atención a mi salud mental y desde entonces es una de mis más altas prioridades y ha valido cada bendito peso invertido.
De momento te dejaré aguantar el chisme de las razones por las que fui y los detalles los iré contando en otros relatos.
Por ahora solo quiero exponer por qué soy un firme defensor de que el culo puede ayudarte a construir tu futuro:
Cuando empecé a trabajar en mi salud mental, lo interesante fueron las preguntas y comentarios de amigos a quienes les conté que estaba en ese proceso.
Muy queridos me preguntaron si estaba bien, me ofrecieron todo su apoyo emocional, su compañía, me invitaban a planes, etc, (los quiero chicos) y algunos muy tímidamente lo primero que me preguntaron fue: “¿y eso es muy caro?”
Amiga, son más costosas las sesiones en la casa del profesor Mzyztik.
La mayoría tendría más disposición a pagar por las sesiones de anomancia, no me mientan.
La primera preocupación real es el precio. Seamos sinceros.
Asumimos que la terapia es un gasto más que una inversión, pues no nos da la gratificación instantánea que nos da el que alguien nos diga qué será de nuestras pobres existencias en el futuro.
El precio es relativo, pero va desde unos 30 dólares por sesión a un par de miles si te metes en programas más especializados en psicología de ventas, desarrollo personal, emprendimiento o cosas por el estilo.
A la habitual pregunta sobre el precio surgieron otras más interesantes:
¿Eso cómo es? ¿Uno qué dice? ¿Debería ir?
Todos deberíamos hacer terapia. Punto. Sea por el medio que sea.
Si bien leerte un libro o escuchar podcasts no es hacer terapia, es algo por lo que puedes empezar y te cuesta menos que una manicura cada 8 días o la nueva camiseta de tu equipo que nunca gana un campeonato.
El siguiente paso es tener quien te escuche y te ayude a llevar un seguimiento de tu progreso.
La vida es un constante resolver problemas, así que no deberíamos esperar a estar en situaciones negativas para preocuparnos por nuestra salud mental. No solo debemos solucionar problemas, debemos tener claridad para enfocarnos en construirnos como personas y crecer.
Necesitamos claridad para avanzar. La terapia, el coaching, la espiritualidad nos ayudan con eso.
¿Y cómo es una sesión, qué debo decir, sobre qué hablo?
Primero que todo no esperes a que el terapeuta o la terapeuta, llámese psicólogo, psicóloga coach, pastor, cura, tu madre o tu padre con sus clásicas herramientas de recalibración cognitiva, te diga exactamente lo que debes hacer y cómo resolver una situación puntual.
¡Mucho menos tras una primera y generalmente ÚNICA sesión!
La inmediatez no funciona en ningún proceso realmente transformador.
Un proceso transformador real es doloroso, exige mucho y necesitas fuerza de voluntad.
Vas a tener que enfrentar muchas cosas sobre ti mismo y eso toma su tiempo y mucho trabajo.
Así como en el gimnasio el músculo se rompe para crecer, nos tenemos que quebrar emocional y espiritualmente para reconstruirnos.
Debemos romper muchas creencias, hábitos y comportamientos. Vencer muchas cosas que nos van a poner resistencia.
El caso es que tu terapeuta no te dará soluciones inmediatas y si lo hace seguro es un discípulo infiltrado del profesor Mzyztik y querrá ponerte en 4, en otras 4 sesiones para que pagues más.
Lo que te dará tu terapeuta serán perspectivas y preguntas para que salgas de la visión de túnel que generalmente uno adquiere ante adversidades y que no le permiten observar el panorama completo y ver las soluciones.
Lo mismo pasa cuando estamos en “la buena”. Idealizamos la realidad y no logramos ver las cosas de manera objetiva. Todo es un equilibrio finalmente.
Debes saber que en una sesión de terapia serás tú el que más habla. Eso es a propósito. Contrario a pensar, donde tenemos cientos de pensamientos por segundo que pasan volando, verbalizar exige organizar las ideas.
Hablar requiere esfuerzo y concentración.
Lo sé, no es fácil hablar en voz alta de nuestras cosas, emocionales o espirituales, mucho menos frente a alguien.
Hemos desarrollado un miedo a no decir las cosas correctas.
Pensamos en términos de correcto o incorrecto, como si fuera una evaluación de ganar o perder.
Así que la primera vez vas a sentir que te evalúan y pensarás que si no dices las cosas que se esperan, lo estarás haciendo mal y tal vez vas a ocultar muchas cosas que quisieras decir.
No pasa nada, la única verdad que nos debemos es a nosotros mismos. Poco a poco irás tomando confianza para hablar abiertamente.
No es fácil hacer terapia. No sabemos por dónde empezar, qué decir, qué contar, le tenemos pánico a fallar. Si hablamos en voz alta, tenemos la tendencia a ocultar verdades o a manipular las respuestas que damos.
Lo sé, también pasé por eso.
Algo que me ayudó mucho fue hacer un balance de mi vida para estar consciente de en qué punto estoy y dónde quiero estar.
La escritura reflexiva (journaling) sobre temas personales, familiares, profesionales, de relaciones, salud mental y física, para mi fue fundamental. En ese ejercicio he descubierto aspectos de mi salud mental en los que nunca pensé.
Hay muchos otros métodos que nos ayudan a ser conscientes de nuestra situación como la meditación, el mindfulness, etc.
Hacer ese ejercicio de introspección sea con la técnica que sea, te ayudará mucho a la hora de tener esa conversación con tu terapeuta, coach o guía espiritual.
Tener claridad mental es importante para obtener los resultados que esperas.
¿Vale la pena volver?
Respuesta corta: ya que eres consciente de que no vas a tener respuestas inmediatas, sí.
La terapia puede parecerte difícil al principio pero debes permitirte fluir y sobretodo recordar siempre que un proceso realmente transformador toma su tiempo.
Pasarás por momentos complejos emocionalmente, pero empezarás a ver cómo tus ideas y tus emociones se aclaran y con ello, mejora tu vida en general.
Solo necesitas ser paciente y como se dice en Colombia “meterle el culo” que es sinónimo de ser valiente y determinado,
No creo que el futuro esté escrito en el culo, pero soy un firme defensor de que, si le «metes el culo» a lo que haces, puedes construir el futuro que deseas.
Y para eso, así quieras ponerte en 4 sesiones de anomancia:
No, hay atajos.
Métele el culo a tu salud mental.